“La cultura de una sociedad se transmite a los
hijos durante la comida en familia, en un contexto en el que se desarrollan las
individualidades, se forman las obligaciones con relación al parentesco y dónde
se refuerzan las costumbres de grupo” Peter Farb y George Armelagos
Es importante desde un punto de
vista antropológico, comprender el sesgo que puede presentarse a la hora de
indagar sobre los hábitos y preferencias de consumo de los individuos.
Especialmente cuando se aborda a las madres sobre la alimentación de los hijos. “Somos lo que comemos” es un tabú que puede ser fácilmente maquillado a través
de lo que los medios y organizaciones internacionales nos dicen que tenemos que
comer para vernos de una manera particular, o cumplir con unos estándares de
bienestar. Por otro lado surgen múltiples tendencias alimenticias asociadas a
movimientos globales ecologistas que recriminan un tipo de alimentación u otro.
El comer no solo es un acto
fisiológico sino también simbólico, si se coarta el acto físico de comer,
también se coartan los símbolos que lo acompañan. Leamos los siguientes
verbatims, que he seleccionado al azar, de varios estudios de productos de consumo
masivo, en los que participé:
“Muy sano, para mí en la mañana para mi es
cereal, frutas, al almuerzo las cremas, porción de verduritas, el yogurt en las
tardes, trata de comprar uno muy buenos alimentos para consumir y me abstengo
de los enlatados, los jugos naturales también los hago mucho”
“La preparación es importante, la verdad es que
a mí me gusta picar entre comidas, entonces yo soy la que se va con el roscón,
no como tan saludable, pico mucho”
“Es que eso es relativo, porque yo estoy
estudiando estética y me dieron unas charlas en donde le hablaban a uno sobre
los modos de alimentarse y en mi caso es esencial las verduras, pero yo los
convino, por ejemplo embutido con verduras”
“Es que sabes cuál es el problema, que la gente
ha dejado de comerse una buena porción de pollo gratinada con verduras, para
comerse una hamburguesa, es ahí el problema, o sea cuando una persona le quita
la importancia a un alimento saludable por comerse un perro pues es ya un
problema”
“Con mis papás. Ellos dicen que hay harinas,
proteínas y vegetales. Que no es que las cosas engorden, sino los excesos”
“Dulces, postres, helados, gaseosas, pizza,
papas, chicles, comida chatarra, hamburguesa, proteínas tiene carnes y quesos,
tienen lechuga, tomate (…) cuando me antojo de algo… pero del resto normal”
“Nosotros comemos de paquete, tarde, aunque a
mis hijos trato de darles cosas
naturales pero la verdad comemos de paquete”
En los verbatims anteriores se pueden observar varias
tendencias, al analizar el discurso: El orgullo de la nutrición sana, la vergüenza del picar entre comidas,
la confianza de asumir la alimentación sin complejos, el placer culposo de lo
dulce, la frustración de no cumplir con los estándares nutricionales. Todos
estos casos no dejan de ser subjetivos y sesgados desde un punto de vista
social y cultural, recitan el habito, pero se avergüenzan de las preferencias; por lo que el investigador debe tener capacidad analítica para poder comprender lo que pasa dentro de los consumidores y no generar recomendaciones en base al primer nivel de análisis del discurso (lo políticamente correcto).
Los alimentos adquieren una serie de roles y
significados, que más allá del simple marketing o categorización en base a su
contenido nutricional; también se pueden clasificar de manera simbólico cultural. Una
marca puede tener una genuina buena intención a la hora de posicionar su
producto como sano y nutritivo, pero puede estar atentando, sin saberlo, contra
los patrones culturales de sus consumidores generando rechazo inconsciente o un
alejamiento indirecto entre marca-consumidor.
Si bien es positivo que una marca o producto
sea asociado a una imagen saludable, esto tiene que ir alineado con otros
valores (lo familiar, lo maternal, lo práctico, etc.), pues de lo contrario se
crea una imagen súper idealizada y artificial que no genera arraigo ni identificación entre sus
compradores.
Una madre puede ser fitness sin tener un cuerpo de veinteañera, una hamburguesada no tiene que ser mala para la salud, si fomenta vínculos sociales positivos, un dulce puede ser una forma de consentir al ser amado. Este sesgo socio-cultural puede generar que las categorías de algunas marcas sean desplazadas, porque la correspondencia que hay entre percepción de lo que venden y significado de lo que muestran no corresponden; Si X es la marca fitness, solo le compro jamón de pavo mientras me surto del resto de carnes de la marca Y.
Una madre puede ser fitness sin tener un cuerpo de veinteañera, una hamburguesada no tiene que ser mala para la salud, si fomenta vínculos sociales positivos, un dulce puede ser una forma de consentir al ser amado. Este sesgo socio-cultural puede generar que las categorías de algunas marcas sean desplazadas, porque la correspondencia que hay entre percepción de lo que venden y significado de lo que muestran no corresponden; Si X es la marca fitness, solo le compro jamón de pavo mientras me surto del resto de carnes de la marca Y.
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