jueves, 25 de mayo de 2017

Los millennials: ¿El Mcguffin de la investigación de mercado?


Con el siguiente escrito, más que generar polémica quiero generar reflexiones; pues soy de los que disfruta más cuando un material me deja pensando, en lugar de discutiendo sobre cuál es la correcta interpretación del mismo. El tema que quiero exponer está muy en boga en Chile: Los millennials. Aunque no es tan novedoso para mí desde la perspectiva cultural, como antropólogo, siento que hay que ofrecer otra mirada al fenómeno.

El término millennials es utilizado a diestra y siniestra actualmente como una especie de Mcguffin del marketing. Para los que no están familiarizados con el argot cinematográfico, el primero en usar el concepto de Mcguffin fue Alfred Hitchcock, para tratar de explicar los elementos que se introducen en las películas con la única excusa de que la trama avance, pero que resultan irrelevantes en los sucesos de los personajes centrales. En una entrevista aparecida en el libro “Las grandes entrevistas de la historia", Hitchcock explica el origen del término:

<<La palabra procede del music-hall. Van dos hombres en un tren y uno de ellos le dice al otro “¿Qué es ese paquete que hay en el maletero que tiene sobre su cabeza?”. El otro contesta: “Ah, eso es un Mcguffin”. El primero insiste: “¿Qué es un Mcguffin?”, y su compañero de viaje le responde: “Un Mcguffin es un aparato para cazar leones en Escocia”. “Pero si en Escocia no hay leones”, le espeta el primer hombre. “Entonces eso de ahí no es un Mcguffin”, le responde el otro>>

De esta manera, decir millennials hoy en día es una forma de etiquetar personas con un amplísimo rango de edad nacidos entre el año 1980 y el 2000, como individuos homogéneos y de una manera que asume que los millennials son iguales alrededor del globo, siempre y cuando hayan nacido entre dichas fechas.

Recientemente, todas las agencias y consultoras en Chile se han volcado al tema de los “millennials” en una especie de resurgir del término. Hay una avalancha de reportes y artículos de las principales empresas de investigación, donde venden sus productos sobre “millennials hechos por millennials”, lo cual obviamente no solo resultaría en una subjetividad metodológica de ser verdad, sino que de por sí, contribuyen en la reproducción de un término que no solo es mal usado, sino que además ha causado más daño que bien. Pero comencemos por entender de dónde viene todo esto.

El origen del término “millennial” se da dentro del contexto norteamericano, donde tradicionalmente se tipifican o categorizan a las generaciones por elementos particulares del contexto coyuntural que las vio nacer y crecer. Así nació por ejemplo el término “baby boomer”, que es la generación post guerra de 1945, donde dadas las obvias mejoras en las condiciones y expectativas de vida en USA y Europa (ya no ibas a tener que morir salvando al soldado Ryan, o culpar a los meteorólogos porque no pronosticaron una lluvia de bombas con monzones aislados), se incrementaron las tasas de natalidad de los países que participaron en la guerra; ergo “Baby boomers”.

Del mismo modo los millennials responden a una coyuntura particular dentro de la sociedad norteamericana, cuyas consecuencias o rasgos se tipifican en: un alto poder adquisitivo (por la profesionalización), capacidad de ahorro (usando como estrategia el vivir con sus padres para ampliarla), hiperconectado (lo cual en América Latina es bastante desigual) y formas de socialización basadas en la tecnología, que facilitan la aglutinación en torno a temas y causas comunes (obviamente sé que hay otros rasgos, pero mi objetivo no es listarlos).  Quizás en USA estos rasgos son lo suficientemente homogéneos para describir un segmento con edades tan dispares como 35 o 20, desconozco el contexto, pero sí creo que no se puede hacer lo mismo en el latinoamericano.

A menudo se tienden a analizar solo los rasgos compartidos como elemento definitorio del perfil, pero no se considera la causa que origina determinados comportamientos, lo que, en última instancia, demostraría la heterogeneidad de los mismos; es como si el cineasta pusiera como foco de la película al Mcguffin en lugar de simplemente considerarlo un recurso para permitir el avance de los personajes de la historia. Esta pérdida de enfoque, es producto de copiar y pegar el término norteamericano en la cultura del país que convenga; no se puede simplemente poner a los espías a buscar un tesoro, y a los piratas a perseguir documentos ultra secretos. Para un ejemplo más gráfico, tomemos uno de los rasgos más comercializados de los millennials, el vivir con los padres. Esto tiene dos explicaciones culturales totalmente antagónicas y por lo tanto no extrapolables.

El vivir con los padres (en realidad cerca de la madre) es algo típico de las sociedades matrisociales. Mientras en las sociedades patriarcales, como la norteamericana o algunas europeas, los hijos buscan huir del arquetipo patriarcal (Urano-Cronos-Zeus) tan pronto tienen oportunidad, en América Latina se busca permanecer bajo la protección matriarcal (Gaia-Rhea-Deméter) tanto como se pueda (sociedad machista, pero de cultura matriarcal=matrisocial).

Un comportamiento que a primera instancia parece similar, tiene causas totalmente diferentes y por lo tanto los patrones de comportamiento (outputs) serán diferentes. Lo anterior es para los norteamericanos, acostumbrados a la independencia desde muy temprana edad, una tendencia nueva y responde a una lógica generacional distinta; mientras que, en muchos países de Latinoamérica desde antes de la industrialización y los focos urbanos, el hogar estaba donde estaban las matriarcas (abuelas, madres, esposas); esto es un rasgo que incluso se puede rastrear a la cultura indígena de la región, donde después del matrimonio la pareja se muda cerca de la casa de la madre de la esposa o incluso al mismo hogar, y de alguna manera, son costumbres que se han heredado como parte del ethos latinoamericano.

Desde una perspectiva cultural y antropológica, el término millennial resulta inaplicable teóricamente fuera de su contexto original a menos de que sea repensado; el Mcguffin de los piratas no queda igual de bien para los espías. Lo que es peor, lo que comenzó como un Mcguffin del marketing para explicar un segmento etario no muy bien delimitado y poco homogéneo, se ha convertido en un estigma para varias generaciones (sí, en plural).

La falta de profundización de los segmentos de edad nacidos entre 1980 y el 2000, en el contexto suramericano, ha inducido a una estereotipificación de los individuos, donde se les suele describir como egoístas, desinteresados, inestables, consentidos, etc. El marketing y el bombardeo comunicacional se ha esforzado tanto en posicionar el término, que incluso es común encontrarse al típico “yo soy millennial”, que con orgullo usa la categoría solo para sentirse parte de algo o diferenciarse de lo que vino antes, al mismo tiempo que siente la necesidad de justificarse por ser millennial (irónicamente).

Para el caso de Chile, he tenido la oportunidad de observar varias áreas donde el copy/paste del término comienza a generar incongruencias, a medida que las generaciones entre 1980-2000 se consolidan como la principal fuerza laboral del país.  Los modelos de experiencia y servicio, la cultura organizacional de las empresas y los vínculos de las marcas están siendo afectadas a nivel estratégico, por un reflejo sin dimensionalidad carente de significado socio-antropológico para el contexto chileno, y muchas empresas no están preparadas para articularse de manera efectiva con esta nueva generación de consumidores, ahora adultos y decisores; peor aún, solo falta echar un breve recorrido por LinkedIn y ver como el término es utilizado de manera peyorativa por algunos representantes de RRHH o headhunters, al mismo tiempo estos evitan el perfil, algunas empresas buscan llamar la atención de este mercado potencial haciéndole guiños, pero sin estar alineados realmente con las necesidades, preferencias, y expectativas del mismo; algo así como el papá que trata de ser cool en la fiesta del hijo, pero solo genera algunas sonrisas por cortesía de los amigos.

La categoría millennials, quizás puede servir como un indicador sociodemográfico de ciertos atributos a los que el individuo tiene acceso, pero el riesgo es que, quién solo considere estos rasgos superficialmente, sin comprender el trasfondo cultural de estos segmentos, sin buscar la sinergia de lo cuantitativo y lo cualitativo, de lo cultural y lo estadístico, corre el riesgo de construirse un estereotipo sesgado de un grupo que para nada es homogéneo ni tan fácil de encasillar. Es igual que una mala película donde los personajes no progresan, y no nos importan, pero siempre está en escena el Mcguffin.

Desde acá no me queda más que dejarles reflexionando sobre el tema para que evalúen cuanto de lo acá expuesto brevemente, les hace sentido o no, si han padecido por ser “millennials”, si las estrategias que utilizan actualmente logran conectar con el mercado desde este enfoque, si resulta representativo el término, si las decisiones y estrategias que parecían a prueba de balas fallaron, quizás por basarse en un estereotipo y no un arquetipo de consumidor, cliente o empleado.