miércoles, 25 de mayo de 2016

Antropología del consumo: ¿Cómo afecta la desaparición de las marcas la identidad del venezolano?

Venezuela sufre actualmente una gran crisis social, económica, humanitaria, institucional y cultural; dicha crisis tiene múltiples aristas que impactan en menor o mayor grado la vida de los venezolanos, muchas son obvias y otras no tanto, algunas son de vida o muerte y otras no. En esta ocasión, quiero concentrarme únicamente en una de las aristas más pequeñas, de las que pasan desapercibidas, lo que no quiere decir que más adelante (cuando emocionalmente me sienta de humor) analice el contexto socio-político más urgente.

Los venezolanos desde el boom petrolero de la década de los cincuenta, se han distinguido por ser una sociedad consumista y de gustos específicos; no voy a juzgar si eso es un atributo o un defecto, simplemente es lo que es; sobre ese estilo de vida se consolidaron formas de relacionarse, definirse, distinguirse e identificarse. Los venezolanos siempre han tenido fuertes relaciones con las marcas que consumen y las empresas que las producen.

Sin embargo en la tragedia chavista-madurista que el país padece, la economía es descrita por muchos como una “economía de guerra”, donde hay escasez de productos en algunos rubros que ronda el 80%, como es el caso de artículos de higiene personal, alimentos de la cesta básica y medicinas. Esta situación ha eliminado por completo la variedad sobre la cual se soporta el marketing y el mercado; las personas compran por detrimento lo que pueden conseguir y no lo que les gustaría consumir.

Más allá de la frustración que esto pueda generar, existe otro elemento que se ve afectado, y es precisamente la construcción identitaria del venezolano en referencia a sus gustos, valores y preferencias. El diciembre pasado (2015) un taxista que me llevaba de regreso a la oficina después de un levantamiento de campo, me comentaba que logró hacerse de una paca de Harina Pan, sin embargo no era la Harina Pan que consumían en su hogar tradicionalmente, sino una marca genérica de desconocida procedencia; al llegar a su casa, cuenta como su mujer le dijo “¿Y te gastaste todo esos reales en esa harina que no sirve para nada?”, a lo que el respondió con el humor tragicómico que caracteriza a los paisanos “Ahorita si se las come sin chistar, calladita se las come, porque después de que se acaben, quién sabe que vamos a hacer”.




La Harina Pan, para los lectores no venezolanos, es con lo que se hacen las típicas arepas, y es un ejemplo de cuando una marca se apropia de una categoría. Empresas Polar, la principal empresa venezolana de productos nacionales de consumo masivo, es la propietaria de la marca y fue la primera empresa en industrializar la masa, que antes se preparaba a pilón; por ser la pionera tuvo la posibilidad de convertir la marca en la categoría. En ningún hogar faltó el tradicional empaque amarillo de la harina hasta ahora. La marca pasaba de generación en generación a través de las abuelas, y luego las madres y por ultimo las hijas, en un ciclo de afianzamiento y fidelidad matriarcal con el producto.

De similar modo ocurre con la cerveza Polar, otra marca que está muy relacionada con la cotidianidad del venezolano, específicamente con los contextos de socialización. La cerveza Polar era la excusa de los familiares y amigos para reunirse los fines de semana, o la forma en la cual estrechar lazos entre co trabajadores después de un día de trabajo; la cerveza Polar forma parte del entramado ritualista de los fines de semanas o los cierres del ciclo diario, “después de salir del trabajo, nos tomamos una cervecita para relajarse del día y luego a la casa”.

Los dos ejemplos anteriores son muy precisos al revelar algunos elementos del ethos cultural venezolano (la matrisocialidad de la Harina Pan y el rito/convencionalidad social de la cerveza Polar), pero también indican la importancia que tienen algunas marcas dentro del contexto cultural y los rituales cotidianos. Desde hace dos años, ya las madres no enseñan a las hijas como hacer la arepa con Harina Pan, como sus madres le enseñaron antes, desde hace 4 meses ya los familiares y amigos no se reúnen para compartir una cerveza los fines de semana o después del trabajo. Obviamente la situación es más grave que la desaparición o supresión de elementos culturales (hay cientos de casos de niños con desnutrición, pacientes que viven bajo tratamientos obligatorios que no consiguen medicinas, etc.), pero esto ya comienza a generar cambios dentro de los valores socio-culturales de los venezolanos, “antes uno podía hacer una parrilla en casa de unos amigos o con los vecinos, se compartía, se compraba entre todos una gavera de cerveza, se pasaba un rato… ¿ahora?, ahora si consigo algo no es para estarlo compartiendo.”

Estos cambios comienzan por el ethos, pero luego se extienden a lo societal, como se ve en el verbatim anterior; en la supervivencia los otros son competencia o enemigos, y solo hay fidelidad entre los miembros de un mismo clan o tribu. Lamentablemente, el gobierno ha promovido está forma de organización, con la división de perfiles políticos, la imposición de las comunas, y los beneficios por clientelismo político.

A nivel societal, el tema de las marcas también genera otro problema de identidad, dejamos de consumir “nuestras marcas”, para consumir cualquier cosa; no solo es la pérdida del poder de decisión que simbólicamente desaparece con la muerte del marketing en Venezuela, sino el de consumir productos que son venezolanos, cuando se consumen los productos porque la marca, de alguna manera simbólica es Venezuela. Una chica venezolana que migró a Ecuador desde hace 6 meses, me comentaba el otro día como lo que más extraña es un Cocosette, una galleta tipo waffer de Nestle, tradicional de Venezuela. Recuerda cómo se comía una todos los días en el puesto del pasillo de arquitectura de la Universidad Central de Venezuela. Simbólicamente el Cocosette deja de ser una simple marca, para convertirse en una referencia del país, un vínculo emocional, al igual que ocurre con la Harina Pan y la cerveza Polar.

La desaparición de las marcas y categorías venezolanas tradicionales afecta los marcos de referencia individuales (los recuerdos y momentos relacionados a los sabores, olores e incluso sonidos de algunos productos), colectivos (el potlatch de los encuentros entre vecinos, familiares y amigos) y nacionales (simbólicamente no consumo la venezolanidad). No es casual que las grandes empresas transnacionales adapten sus productos al mercado nacional al que llegan, pues lo que consumimos está muy ligado a nuestra identidad: “somos lo que consumimos”, y si no hay que consumir, se pierde, en cierto grado, la identidad colectiva del grupo.

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