sábado, 9 de julio de 2016

El auto sabotaje en la antropología aplicada o la entropía del buen salvajismo académico.



Como los que me han seguido durante los últimos meses sabrán, dentro de mis intereses profesionales y experiencias laborales, siempre he tenido un enfoque moderno, o postmoderno, para los que traen el lastre academicista, de lo que debe ser la antropología hoy en día, por eso decidí nombrar mi blog, “El antropólogo postmoderno”, como una suerte de saludo al pasado con un toque de cinismo.

Después de diez años de experiencia lejos de la Academia, aprendiendo por mi cuenta lo que no me enseñaron en las aulas: aplicar la antropología en áreas como negocios, empresas, marketing, tecnología, consumo, entre otras, y con satisfactorios resultados tanto en lo personal como en lo profesional, me he dado cuenta que el obstáculo más grande y el principal reto que tenemos la actual generación de antropólogos, como las que vienen atrás, es barrer con esos pseudo antropólogos fuertemente enraizados en las influencias teóricas de los años 60/70 que confunden el quehacer práctico de la antropología con la filosofía, esos que cuando comienzan a verter su verborrea rebuscada nunca sueltan argumentos más allá que críticas sin fundamentos entre mezcladas con citas memorizadas o pre fabricadas y posturas subjetivas anti-éticas a servicio de agendas personales politizadas, que sirven para poner en evidencia lo poco que en realidad saben de la profesión, los que parecieran ser filósofos frustrados que fracasaron en su intento de volverse antropólogos completos, los que consideran que la antropología es para “reinvindicar a los pueblos”, o que los que hemos tenido trayectorias exitosas fuera de lo académico/utópico/filosófico somos traidores, esos mismos de los que todos los antropólogos conocemos uno o dos, con el cabello largo, alborotado y a coletas, divorciados del concepto de las afeitadoras Gillette, vistiendo franelas del Che, que se leyeron un solo libro y se lo aprendieron de memoria, al caletre, para poder recitarlo, que cuando después de diez años te los consigues, y les preguntas “¿Cómo vas, en qué andas?”, siempre tienen un proyecto en puerta que nunca germina.  

Hace rato quería escribir sobre hacia dónde debe encaminarse la antropología en el mundo globalizado, en el cual ya no existen sociedades secretas o aisladas, en el que el objeto de estudio ha dejado de ser externo para volverse interno, y  donde la antropología no debería ser un instrumento blandido de manera burda por los trovadores de la izquierda. Sin embargo, me di cuenta que para ello y antes de, hay que detener el auto saboteo que estos individuos hacen a la antropología, en una suerte de buen salvajismo pero ahora enfocado a la praxis profesional, donde el antropólogo es quien pasa a adornar las vitrinas del museo como una pieza que no tiene derecho a reinventarse, redefinirse y modernizarse, disecada para la posteridad como una profesión muerta.

Está reflexión me surge de la controversia que generó mi última entrada en el blog, "Antropología del consumo: Y sírvame en un vaso sucio", sobre un ejemplo breve de cómo hacer antropología del consumo, antropología aplicada o antropología de los negocios, donde las dos tendencias antropológicas se hicieron evidentes: a favor, Los que demandan una nueva antropología aplicable al mundo moderno y autosostenible Vs. en contra, Los que se aferran a un fantasma detrás de una vitrina de museo con el que gustan filosofar sobre cosas muertas, sostenidas por las migajas y compadrazgos de las instituciones publicas.

No es de sorprender que para estos últimos individuos, dentro de lo que ellos manejan “argumentos”, denoten un amplio desconocimiento no solo de la práctica, sino del fundamento teórico; son resistentes al cambio e incapaces de comprender la antropología como un área de interés estratégico que genera inputs y outputs de gran valor agregado.

Dicha controversia se origina cuando uso como ejemplo un caso de etnografía aplicada con un posible output para los negocios o inversiones en el área de establecimientos de comidas en Ecuador. El cual tiene finalidad práctica para los antropólogos interesados en está linea profesional.

El hecho es que, si bien no me sorprendió que los buen salvajistas académicos se dedicaran a criticar sin argumentos, me di cuenta lo sesgada, desactualizada y poca formada opinión que tienen en general de lo que es la antropología y su objeto de estudio. Así que quisiera compartir algunas reflexiones sobre algunos de los comentarios, donde se evidencia de manera más explícita la causa de que, para los que queremos modernizar la teoría y práctica antropológica para las futuras generaciones, y darle una utilidad funcional en la modernidad para que no se convierta en otra pieza de museo, se nos haga cuesta arriba el trabajo.

  • Aprendiendo a diferenciar los conceptos de ethos cultural, segmentación y perfilamiento: Uno de los comentarios apuntaba a un sesgo en mi postura a la hora de hacer mis observaciones culturales sobre los hábitos de consumo ecuatorianos; específicamente el que posee un driver de una cultura de la pobreza donde una sociedad acomplejada se autoimpone un techo a sus expectativas, anhelos y aspiraciones con todo lo que eso implica; es decir, los valores y atributos que condicionan el consumo siempre van a ser asociados a lo barato y lo que el termino delimita dentro de los factores “experiencia de consumo” y “calidad de consumo”, incluso en términos de branding, para una franquicia de comida rápida o restaurantes, el atributo “barato” debe ser intrínseco a la marca en Ecuador, lo cual hermenéuticamente posee diversas implicaciones o asociaciones tanto positivas como negativas: pequeño, independiente, menor calidad, incómodo, mal servicio o  mal sabor, accesible, pobre, etc. La labor del antropologo en estos casos es navegar entre los atributos y semantizar la marca (hacer branding), de manera estratégica y beneficiosa para el cliente. Para que hubiese un sesgo, tendría que tener una visión segregacionista desde la perspectiva cultural ecuatoriana, lo cual no es así. Para empezar, las estrategias culturales en materia de negocios tienen que entrar por el ethos cultural; el ethos cultural es el constructo teórico que sirve para definir el cúmulo de valores, costumbres, tradiciones, formas, conductas (donde se originan los drivers de consumo culturales) y demás que son transversales a un grupo, y con transversales me refiero a que van más allá de clase, situación socio económica, religión, edad o sexo. Son rasgos que se reproducen desde el “Ser” miembro de un grupo, como colectivo, y definen a este culturalmente, van desde lo colectivo hasta lo individual, desde lo general a lo particular, desde lo deductivo a lo inductivo. Para que mi postura fuera sesgada, mi observación debería partir, no desde el ethos cultural, sino de una segmentación o perfilamiento, pues en estos casos se le da peso a las particularidades como nivel de educación, clase o nivel socio económico, nivel de ingreso, etc. Y además estratégicamente esto sería otro error en materia de negocios, pues como en otro artículo escribí, "antropología del consumo: tendencias tóxicas y tendencias saludables en el marketing", el exaltar los valores negativos, per se, sería generar una tendencia que funciona contra culturalmente, y como profesional que sabe lo que hace por experiencia acumulada de varios años, la estrategia tiene que apelar a lo que los ecuatorianos valoran dentro del atributo de barato, creando categorías culturalmente positivas a la marca; esto no quiere decir que vaya a funcionar con consumidores no extranjeros, pues como digo, es una estrategia producto de un insight cultural particular, que se traduce en outputs estratégicos para la toma de decisiones. De este modo, me queda claro que los antro-filósofos o trovadores de la izquierda antropológica, al carecer de experiencia o verdadero conocimiento teórico, confunden lo que es el ethos cultural, con la segmentación o perfilamiento de targets. El tono auto condescendiente de los críticos ecuatorianos frente a este output, más que refutar, valida el hallazgo (que vuelvo y repito, no es más que un ejemplo de aplicación práctico) con comentarios como: “nosotros somos un país pobre”, “cómo se va a comparar un país tercermundista como Ecuador con países como Venezuela o España” (que use como referencia pues conozco a ambos, además es completamente válido ya que para eso existe la antropología comparativa), “el autor está sesgado porque vivió en España”, todos denotan ese rasgo de complejo cultural en el cual se subestima de inmediato a Ecuador, que se puede explicar muy bien históricamente usando, como ya he comentado, un enfoque etnopsiquiátrico o cultural-historicista.  

  • Los antropólogos no debemos “reivindicar a los pueblos”, sino a la profesión de la antropología: Este fue un comentario que me generó algo de risa, por lo sin sentido: “Los antropólogos debemos reivindicar nuestros pueblos”. Primero que nada, si hacemos un recorrido histórico desde antes de que existiera una epistemología de la antropología, siempre fue utilizada como un medio de conquista y dominación. Incluso cuando en la mitad del siglo pasado, los misioneros y exploradores se dedicaron a registrar culturas y sociedades aisladas, fueron sumamente intervencionistas y contribuyeron a la transculturalización de los sujetos de estudio. Actualmente, ya no quedan de estas sociedades, y todos formamos parte de una sociedad global retroalimentada con diferentes grados de interculturalización. El antropólogo actual, debe volver la mirada a sus propias sociedades y re encontrarse con la extrañeza de lo introspectivo, allí está el futuro de la antropología en el próximo siglo. Objetivamente, los pueblos son lo que son, esto es debido a su ethos cultural; reivindicar la antropología no es rendir loas a X o Y “pueblo”, es la práctica ética en función de objetivos concretos. La visión utópica de lo que sea que estos seres que, se alimentan de la carroña académica, llaman “nuestros pueblos” constituye un sesgo por sí mismo, y lo que es más, una mala praxis en la investigación de mercados o antropología de los negocios. ¿Se imaginan a un sujeto de estos sentado frente a un inversionista, Brand manager, o un CEO dándole una visión idealizada de lo que él llama “nuestros pueblos”, en lugar de patrones culturales específicos en base a los cuales tomar decisiones? Pues yo no solo los imagino, los conozco; los desmadres que han originado son las causas de que a muchos antropólogos se nos cierren las puertas en el mundo empresarial y corporativo en Iberoamérica, se nos subestime o menosprecie, y hayamos perdido terreno frente a ingenieros, psicólogos y sociólogos. Los pueblos deben ser capaces de reivindicarse por ellos mismos y los portadores de su ethos cultural, la antropología debe reivindicarse a sí misma generando registros éticos y científicamente objetivos sobre estos pueblos, con lo bueno y lo malo.

  • Es necesario cambiar los paradigmas de la antropología desde lo académico: Así como la psicología y la sociología lo han hecho en determinados momentos, los antropólogos y estudiantes de antropología debemos presionar para actualizar la profesión desde su mismo ente difusor y rechazar a estos fantasmas de las navidades pasadas buen salvajistas, de izquierda e indigenistas. Es la única manera de abolir su autosaboteo y darle la bienvenida a la modernidad. Enseñar nuevas áreas de aplicación que derrumben el velo de la ignorancia auto impuesta frente a los preceptos subjetivos de lo que una profesión debe ser o la función ideologizante que debe cumplir dentro de agendas sociales o políticas. No es coincidencia el parentesco que muchos se empeñan en establecer entre trabajo social y antropología, cuando en realidad no existe tal.

La antropología no estudia pueblos sino culturas, y objetivamente las describe con sus pro y sus contras, pues de lo contrario al idealizarlas, lo que quedaría sería admitir que todos los grupos pasan por los mismos estadíos evolutivos como Morgan esbozo hace alrededor de 200 años; el negar las particularidades que intervienen en el fenómeno del consumo en Ecuador a la hora de preferir locales, sería ubicar al “pueblo” ecuatoriano en un estadío inferior dentro de esa escala, lo cual es lo que hacen inconscientemente los detractores y críticos de mi anterior escrito en sus comentarios; desde un punto de vista de negocios, todos los escenarios tienen riesgos, potencialidades, oportunidades y amenazas; y como antropólogos el reto es identificar los patrones, conductas y comportamientos culturales para traducirlos  al idioma de los negocios. Está claro que de eso, poco saben los estudiantes proverbiales de la antropología, que pasan años entregando la tesis, para luego trabajar en proyectos cuánticos, que al igual que el gato de Schrödinger, existen solo cuando te los encuentras y les preguntas “¿Cómo te va, en que andas?”.

2 comentarios:

  1. La antropología es un modo de producción de conocimiento que puede ser aplicado de muchas maneras. Esas muchas maneras de aplicación son validas. Utilizar el conocimiento producido por la antropología para la toma de una decisión estratégica por una empresa no tiene que ser mas valido o menos valido que su uso por una comunidad o por un gobierno o por la academia. En el fondo, Daniel, esto no es mas que un debate político que algunos disfrazan de debate ético o epistémico. Lo debemos preocuparnos y ocuparnos los antropòlogos es de asegurarnos de producir conocimiento utilizando los marcos teóricos y metodológicos adecuados con la mayor rigurosidad y ética posible.

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  2. Estamos totalmente de acuerdo, el problema es la existencia de un grupo o tendencia (sobre todo muy arraigado en latino américa) que se empeña en desacreditar a los antropólogos que nos dedicamos a esto. Por una parte no tienen argumentos validos más que los insultos y los improperios. Por otra muestran muy poco conocimiento sobre la antropología más allá de utilizarla para agendas políticas (por lo general de izquierda). Yo no tengo nada malo que decir ni de lo publico ni de lo privado, he trabajado para ambos, y he realizado estudios etnográficos a la vieja usanza, conviviendo en comunidades indígenas del Amazonas hasta por 1 año consecutivo, cosa que se que muchos trovadores de la izquierda no han hecho ni se atreverían. El problema para mí, es cuando se auto acreditan el derecho de decir quién y qué es antropología desde su sesgada perspectiva, negando no el derecho, sino el compromiso de los antropólogos con las nuevas generaciones de renovar la carrera. Nunca jamás he recibido argumentos coherentes de este grupejo más que insultos (como todos los izquierdistas que he conocido se disfrazan de pseudo intelectuales para agredir e insultar). Tu linea final es casi una cita de lo que comento sobre la reinvindicación de la antropología, como ciencia esto ocurre al aplicar precisamente, una teoría y metodología de manera objetiva. Idealizar pueblos o como ellos llaman "reinvindicarlos", no es ciencia, no es objetivo, nada es perfecto ni impoluto, la antropología como ciencia describe lo bueno y lo malo, para como bien dices, cumplir con unos objetivos de producción de determinado conocimiento. Esto no es una critica a las áreas de aplicación antropologicas, porque yo he participado de todas durante mis 10 años de profesión (publico, privado, académico, corporativo), critico los individuos que carecen de conocimiento y experiencia profesional REAL, y se jactan de hacer antropología, cuando en realidad lo que hacen es filosofía o panfleterismo político. Gracias por comentar y bienvenido a comentar.

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